Y venían mambeando, tomando yagé, yopo, mascando ambil. Y se pintaban la cara, y cantaban sin parar, y tocaban tambores, guitarras, carracas. Y a su paso los ciudadanos salían a vitorearlos, aplaudirlos, rodearlos, admirarlos. Y llegaron a la ciudad que un día fue la capital del país indígena. Y se volvieron el espejo en donde todos deberán mirarse y saber que de allá venimos, que ellos son nuestros antepasados y que los principios no se negocian.